Una imagen vale más que mil
palabras. Eso debió de pensar KLAUS WEISS, batería alemán de Jazz, muy reputado
por sus colaboraciones con Johnny Griffin o sobre todo Klaus Doldinger, cuando
en 1971 se lanzó en solitario con el proyecto NIAGARA y su disco homónimo.
Seguramente pocas personas podían adivinar lo que escondía aquel vinilo,
simplemente se sintieron atraídos por el pecho desnudo sobre el que el agua
resbala que aparece en su portada, controvertida en su momento, dicho sea de
paso. Lo que puede parecer una simple estratagema de marketing, está en
realidad muy relacionado con la música que WEISS quiso exponer en NIAGARA, como
más adelante comentaré. Junto a los también baterías alemanes, Udo Lindenberg y
Daniel Fichelscher, y una serie de colaboradores en la percusión procedentes de
Europa y América a partes iguales, WEISS se convirtió en pionero de una forma
de exponer la música que sin quererlo, casi a la vez y al otro lado del charco,
otro batería de Jazz MAX ROACH también estaba barruntando con su proyecto M'BOOM:
un grupo exclusivamente formado por percusionistas.
El concepto podía parecer
arriesgado, más allá de las obras clásicas contemporáneas pensadas para
percusión. WEISS utilizó todo el bagaje a su alcance y quiso mezclar Jazz, Rock
y World Music a partes iguales, partiendo de un contexto improvisatorio en
donde la columna vertebral rítmica sigue un camino y el desarrollo se expande a
base de polirritmos y pasajes de intensidad variable, salidos de la propia
energía interpretativa de los músicos. El férreo devenir del compás propio de
una banda de Kraut Rock, se llena así de paisajes y colores australes y
africanos. Es aquí donde la portada del disco adquiere todo su significado: la
música se desnuda y vuelve a sus orígenes africanos, cuando la percusión y la
voz eran los instrumentos fundamentales (en este caso sin voz), siguiendo los
latidos del corazón, más que los de la cabeza. Muy poético puede parecer, pero
creo que WEISS acertó de lleno tanto en el concepto, como en la forma de
exponerlo. Así “Niágara” se divide en dos temas, que no dejan de ser dos suites
diferenciadas por meros motivos logísticos (el vinilo hay que darle la vuelta
en algún momento) y porque los ritmos centrales que conducen cada pieza son diferentes
en una y otra pieza (más salvajes en “Sandandongo” que en “Malanga”). El resto
es inventiva pura y dura de los músicos que se dejan llevar por el movimiento
de sus cuerpos (con algún que otro efecto de postproducción que no resta
naturalidad).
Durante mucho tiempo fuera del
mercado “Niágara” fue reeditado por la compañía alemana MIG y no quisieron
dejar pasar la oportunidad de unir a este primer álbum sus dos secuelas,
sutilmente diferentes: en especial “S.U.B.” de 1972, donde el concepto cambia
completamente y aunque la base de los temas sigue siendo el juego rítmico entre
WEISS, Udo Lindenberg y Daniel Fichelscher (como se puede comprobar en “Kattarh”),
la adición de bajista, pianista, guitarrista y sección de vientos ocasional
convierten al disco en una obra más previsible de Jazz Rock (no hay más que
escuchar el largo tema título, que podía pasar por un trabajo de la MAHAVISHNU
ORCHESTRA o similares). El tercero en discordia, “Afire” de 1973 recupera la seña
de identidad de NIAGARA, el concepto casi exclusivamente percusivo sólo
añadiendo el pulso de Dave King en el bajo en algunos pasajes, pero es menos
fresco porque en él WEISS se enfrenta solo ante los tambores, añadiendo algunos
percusionistas invitados, pero sin la interlocución y el diálogo que en el
debut tenía la presencia de Udo Lindenberg y Daniel Fichelscher. Además el
disco se conforma por un conjunto de piezas cortas, lo que impide que el oyente
acabe entrando en trance como en “Niágara”. Aún así, hay que felicitar a MIG
por reeditar estos tres discos para tener de un plumazo todo lo que KLAUS WEISS
hizo con NIAGARA y entender la evolución del concepto.
Música que mira directamente a
África, a nuestros orígenes como seres humanos, desnuda de todo aderezo,
simplemente haciendo que nuestros pies, brazos… nuestros cuerpos se invadan del
calor de los ritmos y de la exuberancia de las percusiones. NIÁGARA pudo ser
una rara avis, pero por todo ocupa un lugar privilegiado entre los
coleccionistas y musicólogos. Una orgía para los sentidos.
De “Niágara”:
De “S.U.B.”:
De “Afire”:
No hay comentarios:
Publicar un comentario