¡Por fin!, tras más de dos años
de espera y con cambio de compañía incluido, vuelven ellos, los únicos e
irrepetibles OPETH (y no soy José Luis Moreno...). Sedientos estábamos sus fans
de que nos volvieran a regalar un disco, después de ese par de joyas que fueron
"Deliverance" y "Damnation", el álbum acústico que a
algunos les supo amargo y que a mí me encantó. Tuvimos que conformarnos con un
DVD regularcillo (por el set list elegido, no por el sonido que es tremendo)
para poder saciar nuestro mono de OPETH.
Pero toda espera paciente tiene
su recompensa en forma de un nuevo CD. Ocho canciones, 66 minutos de música y
lo que es mejor, toda una gira de presentación por delante que les volverá a
traer a España. Mikael Akerfeldt es un genio, una especie en peligro de
extinción en estos días, y sabe que el truco está en sonar coherente con uno
mismo sin dejar de experimentar. Por esta razón editó "Deliverance" y
"Damnation" casi a la vez, para poder saciar su vena investigadora
con el segundo y contentar a sus fans con el primero. Y por esta razón también,
se ha sacado de la manga un disco que con un nuevo sonido, más natural (aunque
menos oscuro, todo hay que decirlo), que sabe conjugar lo mejor de sus dos
discos previos. Lejos están ya los tiempos de "Morningrise", la obra
de OPETH de la que más grato recuerdo guardo, pero lejos de estancarse o
evolucionar de manera poco recomendable, Mikael ha sabido darnos lo que todos
sus fans queríamos, sin por ello acomodarse.
La producción, a cargo de un
ingeniero joven y desconocido, es excelente, superior diría yo. Puede que no le
guste a los fans más clásicos, pero consigue integrar el teclado en perfecta
armonía con las partes más metálicas del grupo. De hecho el sonido que han
conseguido, es uno de los puntos más atractivos de este plástico y uno de los
mejores aciertos de OPETH para su nuevo lanzamiento. Eso y, nuevamente, la
portada a cargo de Travis Smith, fantasmal como pocas.
El disco se abre con un temazo
como la copa de un pino que viene a engrosar la lista de obras maestras de los
suecos, "Ghost Of Perditon" tiene todo los elementos clásicos de
OPETH, desarrollos progresivos, riffs pegadizos, voces oscuras e increíbles, y
pasajes acústicos con voces limpias, pero además hay que añadir un nuevo
elemento en la música de OPETH que los enriquece aún más: la incorporación de
los teclados, que le da un aire años setenta único. Escucha la parte central de
este tema y sabrás a lo que me refiero, totalmente progresiva y que te dejará
con la boca abierta. Desde luego mejor comienzo no se puede elegir para un
disco. Pero la cosa no acaba ahí, "The Baying Of The Hounds" vuelve a
regalarnos otros diez minutos que pasan volando, cargados de buenos riffs y, de
nuevo, con un Hammond a lo DEEP PURPLE que queda perfecto en medio del tema,
entre los guturalismos de Mikael y los cambios de ritmo de Martín López (todo
un ejemplo de evolución la de este chico desde que está en OPETH). El tema
tiene un puente que es de lo más embaucador que haya salido de la pluma de
Mikael nunca. Y su increíble final es también digno de mención, pura explosión
de furia y virtuosismo.
Esta primera parte del disco, que
se puede llamar más clásica dentro de la trayectoria de los suecos, se cierra
con "Beneath The Mire", con un inicio arabesco que nos trasladará de
viaje a los lugares más paradisíacos que tu imaginación pueda pensar. Los riffs
se repiten una y otra vez, mientras el mellotron de Per Wiberg nos transporta a
otra dimensión, hasta que la voz de Mikael nos despierta. Este efecto hipnótico
de las guitarras continúa a lo largo de toda la pieza, pero intercalando
algunos solos realmente bellos, y en especial el pasaje a lo LED ZEPPELIN que
sirve de nudo a la composición, algo que deja entrever las influencias del
maestro Akerfeldt. La canción va aumentando su tensión de manera in crescendo,
hasta que estalla en una nube de riffs hechizantes que erizan nuestra piel para
terminar decayendo en un pasaje totalmente KING CRIMSON, realmente
esquizofrénico y con unos efectos nunca antes vistos en OPETH. Otra obra
maestra que se vuelve a apuntar el señor Mikael Akerfeldt.
Y llegamos a la parte central del
disco que es la que más cuesta escuchar, pero en dónde OPETH han investigado
mucho más en nuevos sonidos y efectos. "Atonement" es una balada que
de nuevo trae a la cabeza a LED ZEPPELIN y que podía haber cabido perfectamente
como una composición de "Damnation". La voz limpia y hechizante de
Akerfeldt va guiando todo el tema, a la vez que unos ritmos orientales acompañarán
las melodías que Mikael y su compañero Peter Lindgren se sacan de sus
guitarras, mientras de nuevo Per Wiberg nos vuelve a asombrar con un piano muy
jazzy. Sencillamente genial. Puede chocar en las primeras escuchas, pero
conforme se acostumbra el oído a ella, acabas cayendo rendido a sus pies. Esta
composición es seguida por una canción doble, "Reverie / Harlequin
Forest", la primera es una introducción instrumental muy bella y
continuista con "Atonement", para no cortar de golpe con la faceta
melódica de OPETH. La segunda es un tema más en la línea clásica de OPETH,
aunque las voces limpias no pierden su protagonismo, los riffs se metalizan, se
hacen más poderosos y Martín López vuelve a asombrarnos con unos ritmos
difíciles de seguir. Este tema podía haber sido firmado por cualquier banda de
Metal Progresivo y la gente no notaría la diferencia hasta la parte central,
momento en el que Akerfeldt recupera su voz gutural y los riffs se vuelven más
mórbidos y potentes. Y de nuevo un pasaje decadente a lo años setenta, nos
cautivará hasta el momento en que las guitarras vuelvan a golpear nuestras
sienes a la par que la voz gutural de Mikael nos acompaña en su paseo por el
infierno, cuyas puertas nos abre en forma de un esquizofrénico y adictivo final
en dónde de nuevo KING CRIMSON volverá a nuestras mentes.
"Hours Of Wealth" dará
que hablar, de eso no cabe duda. Se puede considerar una balada en sentido
estricto, con la guitarra acústica y los teclados como único acompañamiento a
la voz, trasladándonos de nuevo a los gloriosos años setenta. Es un tema corto
(aunque pasa de los cinco minutos eso sí), pero cargado de emotividad, que sin
embargo estoy seguro que no gustará mucho a sus fans más cerrados. La voz de
Mikael suena excelente, desnuda, cálida, sin apenas acompañamiento musical pero
trazando unas líneas melódicas difíciles de olvidar. Si la escuchas sin
prejuicios te darás cuenta de su belleza y acabarás gozando con ella.
De la paz y tranquilidad que
"Hours Of Wealth" nos deja, somos levantados bruscamente por unos
riffs entrecortados que nos vuelven a recordar que OPETH es ante todo una banda
de Metal en su definición más amplia. Estamos ante "The Grand
Conjuration", la penúltima composición del disco, que nos devuelve al
Mikael maestro tanto en la voz limpia, como en la gutural. De nuevo los
teclados están omnipresentes, dando pinceladas psicodélicas aquí y allí, y los
riffs y solos de guitarra son una vez más obras maestras de este instrumento.
Su parte final es de lo más adictiva y mágica del disco, con un Martín López de
nuevo en estado de gracia, y su tocayo, Martín Mendez manteniendo el pulso de
manera notable. Desaparecen los últimos acordes de "The Grand
Conjuration" y la belleza de las guitarras de "Isolation Years"
nos regalan una nueva y corta balada al estilo OPETH, que deja un buen sabor de
boca para acabar con esta obra maestra, otra más en la trayectoria del grupo
sueco.
Supongo que muchos habréis notado
que se me ve el plumero con OPETH. Y es que aunque he tratado de ser objetivo
con ellos, cada disco suyo que cae en mis manos, le acabo poniendo calificación
de obra maestra (¿cuántas veces habré dicho esto ya?), y "Ghost
Reveries", pese a que muchos dirán que es rupturista con su trayectoria,
es una obra de matrícula de honor. Desde luego, para mí no hay duda, el disco
del año. Si ya les conocías, no sé a qué esperas. Si no les conoces, corre y
hazte con TODA su discografía cuánto antes. Y si no te gustan, como dice un
amigo mío, corre al otorrino porque tienes un problema.
(Crítica publicada también en: http://www.rocktotal.com)
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