Observando
los títulos de los temas, el propio nombre del grupo... uno puede tener la
sensación de que THE DEVIL WEARS PRADA es una banda de broma, sin más
pretensiones. Sin embargo, el grupo va muy en serio y el hecho de que vendieran
más de 30.000 copias de su debut en EEUU solo viene a confirmarlo. Puede que el
éxito se haya debido a la promoción que por sí solo da el nombre elegido para
el combo, que aunque inevitablemente te hace pensar en la película de igual
nombre, y rompe la regla de que cuanto más corta sea una denominación más fácil
es de retener, consigue el objetivo de llamar la atención. El caso es que este
sexteto ha conseguido en poco tiempo hacerse un hueco, si bien no creo que se
vea justificado por lo que musicalmente ofrecen.
Uniéndose
a la ya extensa colección de bandas americanas de “nuevo Metal americano”, THE
DEVIL WEARS PRADA practica un Metalcore de libro, que no consigue despegar en
ningún momento, no haciendo que cambie el semblante del oyente en los casi
cuarenta minutos que dura “Plagues”, el segundo disco de la banda de Ohio. Como
nota “particular” destaca el uso de unos teclados que le dan un aire
melancólico y oscuro a las atmósferas de los temas, pero el resto parece que lo
han sacado del manual básico del Metalcore, cogiendo todos los elementos que un
disco del género debe tener y esparciéndolos como si de semillas se tratasen,
sin orden ni concierto, a lo largo de las diez composiciones de que consta el
trabajo. Algunas melodías están muy bien conseguidas, no todo es mediocridad,
pero en conjunto todo suena sin madurez, sin ningún tipo de entusiasmo ni
emoción, y naufragando en el difícil objetivo de desmarcarse de una media de
bandas cada vez más extensa, en una escena americana demasiado saturada en este
estilo.
Además
THE DEVIL WEARS PRADA tiene el problema que aqueja a muchas bandas similares
también, del que ya hablé en la reseña de AT ALL COST: un sonido demasiado
plano. Se sacrifica así la contundencia metálica en busca de una amplia
audiencia que se fije en la melodía, pero que fracasa estrepitosamente porque
da una sensación de frialdad y lejanía difícil de superar. Lo malo es que si en
la otra banda citada, AT ALL COST, había buenas ideas que conseguían salir
adelante a pesar de la producción lineal y sin entusiasmo, en THE DEVIL WEARS
PRADA el fracaso es doble, porque el fallo viene de base, de la propia labor de
composición, lo cual no es salvable ni con toda la técnica del mundo en los
controles de grabación.
Todas
las canciones ofrecen lo mismo una y otra vez en distinto orden: riff melódico
y adictivo, parón, estribillo melódico de ambientación muy “emo”, parón con voz
más gutural, más riffs melódicos... Nada nuevo bajo el sol, con la única
excepción de las atmósferas recreadas por los teclados, que le ponen su toque
personal a muchos temas. Pero el problema no es esta falta de personalidad, que
es patente en gran número de casos, sea el estilo que sea, pero donde el
resultado pasa con nota; sin embargo, donde otros muchos grupos consiguen
sorprender gracias a un buen sentido de la composición, THE DEVIL WEARS PRADA
se limita a cortar y pegar, sin tener en cuenta que crear un tema es mucho más,
que se debe tener en cuenta una línea, un camino, algo de lo que la banda
americana carece, volviéndose aburrida, previsible y más opaca en cada escucha.
A
todo lo dicho hay que añadir un vocalista que acaba dañando el oído,
empeñándose en desgañitarse cuando demuestra tener un buen tono gutural que
explota sólo puntualmente. En cualquier caso, además de los citados teclados,
algunas melodías se salvan de la quema, sin tampoco impresionar en exceso. Es
el caso del primer tema del trabajo, “Goats On A Boat”, donde hasta se aprecian
algunos detalles técnicos en los guitarristas del grupo que no están nada mal.
Igual pasa en “Number Three, Never Forget”, sino fuera porque la estructura del
tema es tan caótica que exaspera. También resulta notable, comparándolo con la
mediocridad del resto, “You Can´t Spell Crap Without “C”, donde las guitarras y
los teclados unen sus esfuerzos para crear una atmósfera muy atractiva, oscura
y melancólica, que sólo se ve destrozada por la labor del vocalista, Mike
Hranika. Este contexto vuelve a intentar reproducirse en “The Scorpion
Deathlock”, pero ya nuestros oídos están algo cansados y saturados de tanta
repetición de ideas y no llega a resaltar tanto como el anterior tema citado.
En cualquier caso, no hay mucho que destaque en “Plagues”, ni siquiera para los
aficionados más familiarizados con el género.
Cuando un estilo está tan saturado, seas fan o no del mismo, te vuelves
selectivo. Es un hecho, y los grupos deberían darse cuenta, porque si no
destacas por algo especial, lo tuyo va a ser flor de un día. No sé si el debut
de THE DEVIL WEARS PRADA era mejor que “Plagues” y por eso tuvo tanto éxito
relativo, pero desde luego este trabajo es totalmente prescindible. Podría
citar decenas de grupos más interesantes que el sexteto de Ohio. Salvo que seas
muy fan del género, y quieras estar al día de todo lo que da de sí el Metal
americano más actual, “Plagues” está condenado al olvido.
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