Desde que entre 1968 y 1969,
Frank Zappa en el Rock y Miles Davis en el Jazz, decidieran entrecruzar ambos
géneros, la historia de la música no sería ya la misma. Por un lado surgirían
una pléyade de conjuntos sinfónicos y eminentemente instrumentales, por el otro
un conjunto de músicos que añadirían a sus instrumentaciones elementos
eléctricos y estructuras propias de la música más popular de la citada década.
La confluencia hizo que muchos músicos estuviesen pluriempleados y que
festivales de Rock ofrecieran Jazz y viceversa. Por esta razón, músicos que de
una u otra manera habían formado parte de la evolución del Jazz y del Rock de
los sesenta, y particularmente los que bebieron directamente de Zappa o de
Miles al estar presentes en sus formaciones, se apresuraron a sacar su pelotazo
particular. Ese fue el caso de HERBIE HANCOCK que ya lo llevaba intentando un
tiempo con su formación “Sextant” y que lo consiguió con “Head Hunters”,
llegando a superar en cuanto a ventas se refiere a su propio mentor.
La formación de HEAD HUNTERS
presente en su homónimo debut de 1973 con Hancock entre sus filas, incluía a
otro ex Miles, BENNIE MAUPIN con saxos, clarinetes y demás, al percusionista
BILL SUMMERS, al bajista PAUL JACKSON Jr. y al gran HARVEY MASON (que luego
fundaría FOURPLAY ya en plena fiebre Smooth ochentera). Hancock quería lograr
un disco de fusión con raíz muy Funk, más afroamericano, sin la efectividad de
las guitarras eléctricas, alejándose así del resto de grupos de fusión post
Miles y del propio Miles. Por esta razón las composiciones de “Head Hunters”
giran en torno a la síncopa y el pulso saltarín de Mason y Jackson, dejando a
Maupin y el propio Hancock, detrás de los solos, el primero de forma mucho más
brillante que en su periplo con Miles, no exento de dosis de efusividad
post-coltraneana, y el segundo rodeándose de una constelación de teclados y
pedaleras, como si de un Zawinul se tratase.
El resultado son cuatro
composiciones: tres compuestas para la ocasión, largas y pegadizas (la última “Vein
Melter”, más relajada y atmosférica), y una revisión del “Watermelon Man”
compuesto por Hancock en los sesenta y recuperada y reconvertida para la
ocasión. Dicho así no parece un disco muy comercial, sino fuera porque Hancock
estuvo tocado por la varita mágica al componer el corte de apertura, el más
largo, “Chameleon”, compartiendo créditos con sus compañeros, que durante
quince minutos sintetiza a la perfección lo que es “Head Hunters”: Funk y Jazz
electrificados, pegadizos y con mucho Groove, algo que se repite con
posterioridad en el primer tema de la cara b, “Sly”, en honor obviamente de SLY
& THE FAMILY STONE, con unas formas algo más libres en lo que a
improvisación se refiere. Con estos elementos el disco subió como la espuma y
logró ser un hito creativo y comercial en la carrera de Hancock, marcándole en
sus posteriores años.
Y es que, efectivamente, la
formación de “Head Hunters” dio para más, con pequeños cambios, llegando hasta
finales de los setenta, cuando Herbie Hancock decidió cambiar de tercio.
Incluso los propio HEADHUNTERS sin Hancock (aunque bajo su batuta productora),
tuvieron vida propia hasta bien recientemente (en 1998 editaron una “vuelta” en
la que Hancock aparecía como invitado, sin tampoco mucho que aportar, pero por
lo menos entretenido). Pero todo era ya anecdótico, 1973 fue el antes y el
después y “Head Hunters” uno de los discos esenciales en el devenir histórico
del Jazz, purismos a un lado.
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