PHAROAH SANDERS fue el alumno más
aventajado de JOHN COLTRANE. El saxofonista fue la extensión de Trane hacia la
espiritualidad y la libertad de formas. Siendo parte de las últimas formaciones
de Coltrane y permaneciendo hasta el final con él, SANDERS debió sentir la
pérdida de John como la de un hijo con su padre. Desde que en 1967 Coltrane
muriese, SANDERS buscó su propio karma, sus pensamientos más profundos y la unidad
de la comunidad negra, por jugar con los títulos de sus mejores trabajos.
Llevando siempre un paso más allá las enseñanzas de su mentor, tanto en la
interpretación (aún más fogosa y extrema si cabe), como en la inspiración
(mucho más espiritual y elevada), como en la composición (totalmente libre y
derrochadora en extensión y espacios), PHAROAH SANDERS se convirtió en lo que
COLTRANE alguna vez quiso ser, o se supone que buscaba ser.
Cuando “Love In Us All” salió, el
mundo del Jazz volvía a estar de cambios. El sello que se había convertido en
el hospedaje de los músicos de Free Jazz en los sesenta y que tan ligado estuvo
a Coltrane, Impulse, se dio cuenta de que tenía en nómina a muchos músicos
avant-garde que no encajaban en los derroteros que estaba tomando el Jazz, fusionándose
con otras músicas, en particular el Rock y el Soul. La estrategia seguida por
Impulse fue la de, por un lado buscar nuevas vetas musicales, y por otro “transformar”
a sus protegidos. Ahí tenemos a Ayler o Shepp, que acallaron un poco sus
proclamas furiosas con el saxo y lo transformaron en algo más audible y cercano
al Soul y a la música negra popular. SANDERS hizo lo mismo, pero aún tardaría
en llegar su transformación y de hecho se produjo fuera de Impulse, siendo “Love
In Us All” el penúltimo disco con el sello en 1973 y “Elevation” el capítulo
final en 1974.
“Love In Us All” se empapa de
esta situación: dos largas composiciones que son totalmente contrapuntísticas.
La primera, “Love Is Everywhere” es un compendio de percusiones, voces y
melodías de alma profunda. Durante 20 minutos SANDERS repetirá una y otra vez
los mismos fraseos, acolchado por los juegos armónicos de Joe Bonner en el
piano y el pulso constante de Cecil McBee en el bajo. La primera parte de la
composición se basa en la voz, en constantes coros de inspiración africana y
calado casi religioso, que repiten una y otra vez el título del tema. El resto
es un constante ir y venir de percusiones mientras Bonner roza los abismos de
la armonía y SANDERS insiste en la melodía principal. Es el tema que más
transición refleja: SANDERS recoge las enseñanzas de la World Music que están
presentes en discos pretéritos y las lleva hacia terrenos libres, pero
controlados, reflejo de lo que vendría después en “Elevation” y más adelante en
la carrera del saxofonista.
Pero lo bueno viene en la segunda
composición, “To John” que es un homenaje a su maestro. Aquí no hay concesión:
SANDERS comienza de forma “pausada” pero en pocos instantes nos ofrece la
interpretación más furiosa de su carrera. PHAROAH SANDERS lleva al límte el
saxo tenor, lo retuerce, le hace chillar, lo maltrata, envuelto en una
producción fantasmagórica, en medio del eco de la lejanía, del ir y venir de su
sonido (probablemente improvisaba en plenos movimientos de efusividad y locura
y el micrófono no captaba todo con igual intensidad). El fuego, el infierno de
su interpretación se ve acompañada de un mar de percusiones y poliritmos
alocados y densos con Norman Connors a la cabeza, un Bonner haciendo escalas a
lo McCOY TYNER, ausente, en su mundo (aunque genial en su momento de lucimiento
allá por el minuto 13 de la composición, seguido de un solo con arco de Cecil
McBee), un trompetista no listado en los créditos (por la época en que se grabó
el disco, probablemente fuera Marvin "Hannibal" Peterson) rompiendo
las escalas y el contrapunto de la flauta (y probablemente un segundo saxo) de
James Branch. Durante otros 20 minutos hemos sido golpeados por una oda salvaje
y descontrolada a la música más libre que se puede escuchar, nunca mejor
homenaje para su maestro…
El conjunto es como si fueran dos discos. Si tenemos
el vinilo original, se puede optar por hacer una escucha separada en el tiempo,
o usar la primera cara para entrar en trance y la segunda para descender
directamente al infierno… Sea como sea la forma de afrontar el trabajo, en “Love
In Us All” encontramos un viaje a lo espiritual, a lo global y a lo elevado.
Todo lo que quiso Coltrane y su amor supremo, lo reproduce SANDERS aquí. Un
disco de transición sí, pero una joya para no dejar a un lado…
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