viernes, 6 de junio de 2014

PHAROAH SANDERS - "Love In Us All": Hacia la transición espiritual


PHAROAH SANDERS fue el alumno más aventajado de JOHN COLTRANE. El saxofonista fue la extensión de Trane hacia la espiritualidad y la libertad de formas. Siendo parte de las últimas formaciones de Coltrane y permaneciendo hasta el final con él, SANDERS debió sentir la pérdida de John como la de un hijo con su padre. Desde que en 1967 Coltrane muriese, SANDERS buscó su propio karma, sus pensamientos más profundos y la unidad de la comunidad negra, por jugar con los títulos de sus mejores trabajos. Llevando siempre un paso más allá las enseñanzas de su mentor, tanto en la interpretación (aún más fogosa y extrema si cabe), como en la inspiración (mucho más espiritual y elevada), como en la composición (totalmente libre y derrochadora en extensión y espacios), PHAROAH SANDERS se convirtió en lo que COLTRANE alguna vez quiso ser, o se supone que buscaba ser.

Cuando “Love In Us All” salió, el mundo del Jazz volvía a estar de cambios. El sello que se había convertido en el hospedaje de los músicos de Free Jazz en los sesenta y que tan ligado estuvo a Coltrane, Impulse, se dio cuenta de que tenía en nómina a muchos músicos avant-garde que no encajaban en los derroteros que estaba tomando el Jazz, fusionándose con otras músicas, en particular el Rock y el Soul. La estrategia seguida por Impulse fue la de, por un lado buscar nuevas vetas musicales, y por otro “transformar” a sus protegidos. Ahí tenemos a Ayler o Shepp, que acallaron un poco sus proclamas furiosas con el saxo y lo transformaron en algo más audible y cercano al Soul y a la música negra popular. SANDERS hizo lo mismo, pero aún tardaría en llegar su transformación y de hecho se produjo fuera de Impulse, siendo “Love In Us All” el penúltimo disco con el sello en 1973 y “Elevation” el capítulo final en 1974.

“Love In Us All” se empapa de esta situación: dos largas composiciones que son totalmente contrapuntísticas. La primera, “Love Is Everywhere” es un compendio de percusiones, voces y melodías de alma profunda. Durante 20 minutos SANDERS repetirá una y otra vez los mismos fraseos, acolchado por los juegos armónicos de Joe Bonner en el piano y el pulso constante de Cecil McBee en el bajo. La primera parte de la composición se basa en la voz, en constantes coros de inspiración africana y calado casi religioso, que repiten una y otra vez el título del tema. El resto es un constante ir y venir de percusiones mientras Bonner roza los abismos de la armonía y SANDERS insiste en la melodía principal. Es el tema que más transición refleja: SANDERS recoge las enseñanzas de la World Music que están presentes en discos pretéritos y las lleva hacia terrenos libres, pero controlados, reflejo de lo que vendría después en “Elevation” y más adelante en la carrera del saxofonista.

Pero lo bueno viene en la segunda composición, “To John” que es un homenaje a su maestro. Aquí no hay concesión: SANDERS comienza de forma “pausada” pero en pocos instantes nos ofrece la interpretación más furiosa de su carrera. PHAROAH SANDERS lleva al límte el saxo tenor, lo retuerce, le hace chillar, lo maltrata, envuelto en una producción fantasmagórica, en medio del eco de la lejanía, del ir y venir de su sonido (probablemente improvisaba en plenos movimientos de efusividad y locura y el micrófono no captaba todo con igual intensidad). El fuego, el infierno de su interpretación se ve acompañada de un mar de percusiones y poliritmos alocados y densos con Norman Connors a la cabeza, un Bonner haciendo escalas a lo McCOY TYNER, ausente, en su mundo (aunque genial en su momento de lucimiento allá por el minuto 13 de la composición, seguido de un solo con arco de Cecil McBee), un trompetista no listado en los créditos (por la época en que se grabó el disco, probablemente fuera Marvin "Hannibal" Peterson) rompiendo las escalas y el contrapunto de la flauta (y probablemente un segundo saxo) de James Branch. Durante otros 20 minutos hemos sido golpeados por una oda salvaje y descontrolada a la música más libre que se puede escuchar, nunca mejor homenaje para su maestro…

El conjunto es como si fueran dos discos. Si tenemos el vinilo original, se puede optar por hacer una escucha separada en el tiempo, o usar la primera cara para entrar en trance y la segunda para descender directamente al infierno… Sea como sea la forma de afrontar el trabajo, en “Love In Us All” encontramos un viaje a lo espiritual, a lo global y a lo elevado. Todo lo que quiso Coltrane y su amor supremo, lo reproduce SANDERS aquí. Un disco de transición sí, pero una joya para no dejar a un lado…

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