John Zorn, Tim Berne, Mark Dresser, Joey Baron y Michael Vatcher. ¿Qué puede salir de ahí? Un homenaje a Ornette Coleman, titulado como un cómic cuya portada puede tener cierta reminiscencia del mismo y que recorre 17 temas de todas las épocas del genio saxofornista en poco más de 40 minutos. "Spy vs. Spy" se quedaría en eso, un homenaje más de los que ZORN ha hecho (Los "News For Lulu", la música de Ennio Morricone...), pero no es el caso. Respetando las melodías orginales, Zorn se toma al pie de la letra lo de juntar dos grupos en uno solo y hacerlos improvisar a la vez, como ya hiciera Ornette Coleman con dos cuartetos en "Free Jazz". En este caso Zorn usa dos tríos, o más bien dos dúos con un contrabajo de enlace. Y juega con ello, ralentiza sus tiempos, los superpone, hace que se pisen los unos a los otros... genera caos.
Si a lo dicho añades una producción que, rítmicamente, es cacofónica, tienes un disco atroz: desde el primer minuto y con un par de excepciones algo más audibles (como "Feet Music"), el disco es una sucesión de aporreamientos de batería y solos excesivos salidos de las maderas de Berne y Zorn, mientras Dresser intenta como puede dar un poco de pulso a los cortes. Dicho así, parece que lo de Ornette Coleman sea una mera excusa para escupir "ruido", pero no es el caso: la genialidad del disco es que es fiel a los temas, a poco que hayas escuchado a Ornette, los reconocerás pero además quedarás extasiado ante el tratamiento doble que usa Zorn.
De hecho, en ocasiones es muy evidente la intención de Zorn: temas que comienzan en formato saxo, bajo, batería, casi con tratamiento clásico, y a los que poco a poco se van incorporando la otra batería, al principio en pulso parejo y después con cierto desfase, y el otro saxo, al principio doblando la melodía y después escupiendo notas. Todo esto convierte cada tema en un juego, para los músicos, y para el oyente. Un juego difícil, poco digestivo, pero devastador. Como tantas otras veces a Zorn o lo odias o lo amas. Por cierto, llama la atención la lista de agradecimientos: ¡Jazz, Hardcore y Grindcore hermanados!
Si a lo dicho añades una producción que, rítmicamente, es cacofónica, tienes un disco atroz: desde el primer minuto y con un par de excepciones algo más audibles (como "Feet Music"), el disco es una sucesión de aporreamientos de batería y solos excesivos salidos de las maderas de Berne y Zorn, mientras Dresser intenta como puede dar un poco de pulso a los cortes. Dicho así, parece que lo de Ornette Coleman sea una mera excusa para escupir "ruido", pero no es el caso: la genialidad del disco es que es fiel a los temas, a poco que hayas escuchado a Ornette, los reconocerás pero además quedarás extasiado ante el tratamiento doble que usa Zorn.
De hecho, en ocasiones es muy evidente la intención de Zorn: temas que comienzan en formato saxo, bajo, batería, casi con tratamiento clásico, y a los que poco a poco se van incorporando la otra batería, al principio en pulso parejo y después con cierto desfase, y el otro saxo, al principio doblando la melodía y después escupiendo notas. Todo esto convierte cada tema en un juego, para los músicos, y para el oyente. Un juego difícil, poco digestivo, pero devastador. Como tantas otras veces a Zorn o lo odias o lo amas. Por cierto, llama la atención la lista de agradecimientos: ¡Jazz, Hardcore y Grindcore hermanados!
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