jueves, 6 de septiembre de 2012

ABBEY LINCOLN - "It's Me": Excelente madurez


La carrera de ABBEY LINCOLN está llena de desapariciones y renacimientos. Empezando en los 50 como alternativa a una época dorada de vocalistas, sus productores y los sellos discográficos en los que grabó trataron de introducirla en el circuito “mainstream”, pero el invento no cuajó y en los sesenta la carrera de la cantante se diluyó. Surgió entonces su primer renacimiento, impulsada por el entonces su marido MAX ROACH y haciéndose cabeza visible de la lucha por los derechos civiles de los afroamericanos. Poco o nada tenía ahora que ver el camino de ABBEY, metida de lleno en experimentaciones avant-garde. Pero nuevamente se produciría su “entierro momentáneo”, hasta que a finales de los ochenta resurgiera y se hiciera poderosa en los noventa y primeros años tras el cambio de siglo. ABBEY LINCOLN era ahora una vocalista madura, de la vieja escuela y tremendamente experimentada, además de una excelente compositora. Como excelente muestra postrera de este renacimiento final, “It’s Me” es una de sus obras más cálidas e intimistas.

Como ocurriría en la mayoría de los discos de su etapa final, el programa deja mucho peso a las composiciones propias de ABBEY, sin olvidar ciertos standards. Sin embargo, “It’s Me” es un disco homogéneo tanto por unos como por otros. ABBEY pretendía mostrar su alma desde el terciopelo de la media luz, con arreglos orquestales de la mano de ALAN BROADBENT del QUARTET WEST de CHARLIE HADEN o buenas melodías de saxo y flauta debidas a JAMES SPAULDING y JULIEN LORAU, y haciendo que su voz rota y personal que siempre le ha valido comparaciones con BILLIE HOLIDAY (a la que ya rindiera tributo en un doble trabajo excelente e imprescindible), suene más crepuscular que nunca, incluso en los momentos más Swing del disco (que también los tiene, como la excelente “The Maestro” de CEDAR WALTON, corte lleno de cambios estructurales y armónicos, que ABBEY simplifica con maestría). Para redondear las intenciones, la vocalista se rodea de buenísimos acompañantes, en especial un KENNY BARRON que está soberbio.

La apertura de “It’s Me” con la siempre emotiva y difícil de interpretar “Skylark”, deja claro que este disco no va a ser un muestrario de tiempos vivos y entretenidos, sino que LINCOLN quiere intimar con nuestros oídos y mostrarse tal y como es. Los temas propios que siguen no dejan lugar a dudas de estas intenciones, incluso con el colorismo añadido por las cuerdas arregladas por BROADBENT. Pero lejos de acabar por sonar demasiado edulcorado o parsimonioso, ABBEY carga de matices todas sus interpretaciones y, como las grandes, como si de una DINAH WASHINGTON se tratara, no deja nunca su sentido del Swing a un lado, ya se enfrente a una balada, a un medio tiempo o a un corte algo más movido. Esto es especialmente llamativo en el dúo que se marca con KENNY BARRON en “It's Me” combinada con la tradicional “O' Lord (Standin' In The Need of Prayer)” o sobre todo “Yellow Bird”, donde el ritmo ligeramente austral (intensificado por la flauta de SPAULDING) y las cuerdas, dejan espacio a una LINCOLN fiel a su sentido del Swing.

Desde “Abbey Sings Billie”, “The World Is Falling Down” y “A Turtle’s Dream”, ABBEY LINCOLN se reinventó y surgió de la nada, con la fuerza y la firmeza de una bagaje a sus espaldas que se extendía medio siglo y que aún iba a dar muchas alegrías. “It’s Me”, editado una década después del último de los citados, ya con la cantante totalmente reasentada y más prolífica que nunca, es otro paso más, no el último, en un reconocimiento artístico tardío que hace cierto aquello de “nunca es tarde...”. La experiencia de la madurez, y la fuerza de la juventud, unidas en un solo trabajo.

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