VED
BUENS ENDE fue una formación enigmática. Surgieron en medio de los noventa,
fruto de la unión de varios tipos de renombre en la escena noruega. Como el
Black crudo ya estaba al borde de la saturación, junto a otras bandas coetáneas
como BORKNAGAR, ARCTURUS, IN THE WOODS... todas ellas partían del Black, del
monocromatismo, de la frialdad, pero añadieron elementos que poco a poco fueron
a construir un sonido Avantgarde, etiqueta cajón de sastre que se utiliza
cuando no se sabe muy bien ante qué estamos. VED BUENS ENDE sólo consiguió
editar un disco, “Written In Waters”, que por cierto, tarde o temprano acabará
siendo analizado como se debe en la sección de clásicos de esta web, pero ¡vaya
disco! Muchos quisieran alcanzar tal grado de libertad sonora, de fluidez
armónica, de teatralidad y dramatismo... Jazz,
Clásica, Black... todo se daba la mano en ese disco.
Han pasado
los años, y “Written In Waters” está injustamente en el olvido. Sin embargo
muchas bandas han cogido prestado ese sonido, esa ambientación, esos riffs
cíclicos y lo que muchos han venido a llamar Post-Black tiene puestas sus
raíces en elementos similares a los que VED BUENS ENDE hizo. BLUT AUS NORD,
DEATHSPELL OMEGA... son grupos de culto que le deben un mundo a Carl-Michael
Eide y compañía. VED BUENS ENDE murió (a pesar de un amago de reunión hace un
par de años), pero ha nacido VIRUS en su lugar. Y “The Black Flux” es ya el
segundo legado discográfico de esta formación, que podríamos llamar como VED
BUENS ENDE II pues todos los miembros del grupo están aquí. Y lo mejor de todo,
el mismo espíritu y la misma raíz musical permanece en VIRUS sólo que
potenciando dos cosas: la teatralidad de Eide y la libertad armónica, pudiendo
definir “The Black Flux” como un disco de Free Jazz con voces dramáticas y
patrones rockeros. Ahí es nada.
Así pues,
desde que empecé a escuchar “The Black Flux”, y aunque no es plenamente
comparable a la gloria de “Written In Waters”, tuve la sensación de que la
cadena que VED BUENS ENDE inició tenía por fin su continuación, desde un punto
de vista aún más experimental y bizarro. Free Jazz en formas y en espíritu. La
voz de Carl-Michael llenándolo todo. Una producción aséptica, cromática. La
música construida alrededor de ondas concéntricas como las que se forman al
lanzar una piedra a un lago en reposo. Enigma, soledad y excitación contenida.
En definitiva, una pieza de arte en miniatura, eso es el concepto de VIRUS. No
obstante, pienso que “The Black Flux” tiene un pequeño problema, fluye, fluye y
fluye pero deja poco sedimento. Uno se siente atrapado por sus armonías
disonantes, por sus cuentos, por sus fantasmagóricas atmósferas, pero tras la
escucha del disco no se puede recordar más que la sensación de conjunto. Se
debe de tomar, por tanto, “The Black Flux” como una sinfonía en etapas y no
como una unión de individualidades, pues poco o nada, en el sentido tradicional
de la labor compositiva, encontrarás aquí.
Sólo soy
capaz de destacar un momento sublime, la propia “The Black Flux” cuyo patrón
rítmico, sincopado, pausado, contenido... se mete muy dentro. El resto es una
sucesión de pasajes, de olas que nos rodean y nos subsumen en el ensueño y la
euforia. Eso sí, como obra de conjunto que es “The Black Flux” deja que sus
protagonistas tengan todo el peso del grupo. Carl-Michael Eide es el que sale
victorioso, gracias a su voz cargada de dramatismo y a los enigmáticos riffs de
guitarra y armonías que salen de su cabeza. Pero sus compañeros en este viaje
no pueden dejarse a un lado. Petter Bernsten hace un trabajo excepcional en las
cuatro cuerdas. Puro Soul en cada nota, ejecutando líneas realmente absorbentes
y rellenando todos los espacios de manera increíble. Y en el otro lado, Einar
Sjurso, cuyos ritmos persiguen a Carl-Michael Eide, llevando el pulso de las
complejas e intrincadas composiciones y dando coherencia a cada sonido atonal
que sale de la guitarra de Eide. Desde luego, se han dado la mano tres genios y
“The Black Flux” es un disco que los músicos y amantes de cada uno de estos instrumentos
disfrutarán al máximo.
Sólo cabe
una posibilidad ante “The Black Flux”: dejarse llevar. Dejarse llevar y
disfrutar del oleaje de sonidos que VIRUS nos propone. Ni dinamismos, ni fuegos
de artificio, ni magnificencias que se puedan disfrutar en un instante y
olvidar en otro tanto. Esto es puro culto a la atmósfera y al enigma, un viaje
inhóspito, no exento de dificultades, pero cargado de sensaciones. Déjate
llevar y estarás ante un gran trabajo.
(Crítica publicada también en: http://www.rocktotal.com)
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