Pasando ya de los sesenta, el guitarrista y cantante de Blues JOE LOUIS WALKER tenía ganas de dar un puñetazo sobre la mesa y acompañado por el sello mítico en lo que a las seis cuerdas afroamericanas se refiere, Alligator, comenzar el año con un infierno apocalíptico de riffs, voces rasgadas y ritmos poderosos. Con tal pléyade de epítetos y tópicos al más puro estilo crítico de prensa especializada, se puede definir "Hellfire". Atrás queda aquel magnífico "Great Guitars", plagado de buenísimas composiciones y notorias colaboraciones, o su obra coral junto a James Cotton y Charlie Haden en busca de la raíz espiritual del asunto. Por delante se abre una autopista hacia los fuegos de su guitarra y este disco es la mejor forma de expresarlo.
Eso sí, una producción tan eléctrica, una reducción al mínimo de las formas hasta lo más primigenio y estomacal y una continuidad tan clara en las composiciones, con poco espacio para el aletargamiento o la elaboración excesiva, convierten a "Hellfire", quizás, en un disco "flor de un día", de esos que son un pepinazo cuandos se escuchan por primera vez pero que no resisten bien el paso del tiempo salvo que se dejen reposar una buena temporada.
En cualquier caso, los principios y los ingredientes activos están claros: Blues potente, casi rockero, con voz rasgada y carente de matices en favor de una fiereza y fuerza descomunales acompañadas de una producción cruda y directa. Un concierto de principio a fin en donde la electricidad se masca y hasta los acoples se vuelven parte de las composiciones. Directo y sin florituras. De vez en cuando uno necesita un trabajo como este.
Eso sí, una producción tan eléctrica, una reducción al mínimo de las formas hasta lo más primigenio y estomacal y una continuidad tan clara en las composiciones, con poco espacio para el aletargamiento o la elaboración excesiva, convierten a "Hellfire", quizás, en un disco "flor de un día", de esos que son un pepinazo cuandos se escuchan por primera vez pero que no resisten bien el paso del tiempo salvo que se dejen reposar una buena temporada.
En cualquier caso, los principios y los ingredientes activos están claros: Blues potente, casi rockero, con voz rasgada y carente de matices en favor de una fiereza y fuerza descomunales acompañadas de una producción cruda y directa. Un concierto de principio a fin en donde la electricidad se masca y hasta los acoples se vuelven parte de las composiciones. Directo y sin florituras. De vez en cuando uno necesita un trabajo como este.
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