KEITH JARRETT es uno de los pianistas de Jazz que puede presumir de dejar una larga estela trás de sí. Heredero del formato trío a lo BILL EVANS, más que a lo AHMAD JAMAL, es decir, conjunción de tradición clasicista europea con improvisación jazzística, Keith ha sido creador de un estilo o más bien de una "pose": el introvertismo de Evans con el egocentrismo "marca de la casa", que tanto ha inspirado a pianistas como Fred Hersch o Brad Mehldau, que beben de Evans a través de Jarrett. Poco queda de aquel Keith lanzado por Miles Davis que coqueteó con los teclados eléctricos, ni tan siquiera de aquel soñado grupo junto a Dewey Redman y Charlie Haden. Desde hace mucho Keith se dedica al ombliguismo, ya sea en formato trío junto a Peacock y DeJohnette o en piano solo, ya sea reinterpretando a los clásicos o tirando de standards de Jazz.
Pero pocas veces uno puede tener la sensación de estar realmente ante algo "espontáneo" y no cerebral por parte del pianista que estas actuaciones en el club Blue Note. Tres días recopilados en seis discos que recorren standards y algún tema original con más disfrute humano que musical de lo que podía esperarse. Y es que Keith es poco amigo de concesiones al oyente. El va a lo suyo: a crear un compendio musical en cada nota que pulsa, sin preocuparse si enfrente suya hay cientos de almas analfabetas en lo que a pentagramas se refiere, o expertas en el lenguaje musical. Sin embargo, en estas actuaciones en el Blue Note, el trío o más bien, Keith y sus dos acompañantes de "toda la vida" recrean alma y cerebro al mismo tiempo.
Si Brad Mehldau tiene, como en su momento lo tuvo Bill Evans, al Village Vanguard como cuartel de operaciones, con esta caja Keith Jarrett debe hacer lo mismo con el Blue Note: partiendo de temas muy conocidos y algún que otro firmado por su pluma, sus improvisaciones destilan sentimiento y musicalidad, cosa rara en un ser tan propio como él, más acostumbrado a demostrar lo mucho que domina las 88 teclas antes que reflejar sus sentimientos, no dejando títere con cabeza en su camino (y sino que se lo pregunten a algún fotógrafo en sus conciertos...) Aquí, Keith comulga con su corazón antes que con su cerebro y la factoría ECM se encarga del resto (sonido frío pero natural a más no poder y detallismo exacerbado).
En definitiva, en estos seis discos hay mucha música. Da igual que los temas estén muy trillados o que en sus "standards" aparezcan ya con similares arreglos. Todo lo que hay aquí surge del instante. Algo que parece olvidado en el mundo del Jazz más sesudo de los últimos tiempos, recogidos en una caja imprescindible. ¡Qué pena que después sea un ser tan deleznable! porque tocar toca como los ángeles.
Pero pocas veces uno puede tener la sensación de estar realmente ante algo "espontáneo" y no cerebral por parte del pianista que estas actuaciones en el club Blue Note. Tres días recopilados en seis discos que recorren standards y algún tema original con más disfrute humano que musical de lo que podía esperarse. Y es que Keith es poco amigo de concesiones al oyente. El va a lo suyo: a crear un compendio musical en cada nota que pulsa, sin preocuparse si enfrente suya hay cientos de almas analfabetas en lo que a pentagramas se refiere, o expertas en el lenguaje musical. Sin embargo, en estas actuaciones en el Blue Note, el trío o más bien, Keith y sus dos acompañantes de "toda la vida" recrean alma y cerebro al mismo tiempo.
Si Brad Mehldau tiene, como en su momento lo tuvo Bill Evans, al Village Vanguard como cuartel de operaciones, con esta caja Keith Jarrett debe hacer lo mismo con el Blue Note: partiendo de temas muy conocidos y algún que otro firmado por su pluma, sus improvisaciones destilan sentimiento y musicalidad, cosa rara en un ser tan propio como él, más acostumbrado a demostrar lo mucho que domina las 88 teclas antes que reflejar sus sentimientos, no dejando títere con cabeza en su camino (y sino que se lo pregunten a algún fotógrafo en sus conciertos...) Aquí, Keith comulga con su corazón antes que con su cerebro y la factoría ECM se encarga del resto (sonido frío pero natural a más no poder y detallismo exacerbado).
En definitiva, en estos seis discos hay mucha música. Da igual que los temas estén muy trillados o que en sus "standards" aparezcan ya con similares arreglos. Todo lo que hay aquí surge del instante. Algo que parece olvidado en el mundo del Jazz más sesudo de los últimos tiempos, recogidos en una caja imprescindible. ¡Qué pena que después sea un ser tan deleznable! porque tocar toca como los ángeles.
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