viernes, 20 de julio de 2012

JESU - "Conqueror": Una obra de arte en su conjunto


En el mundo anglosajón hay un personaje que se puede citar como un “culo de mal asiento”, muy similar a lo que en Suecia ocurre con Dan Swanö. Me refiero a Justin K. Broadrick, en su momento artífice del disco de debut de NAPALM DEATH y que desde entonces, casi siempre dentro de unos terrenos más apegados a la experimentación y los sonidos industriales, no ha parado quieto metiéndose en uno y mil proyectos, siendo el más visible de todos ellos GODFLESH, enorme banda que parió alguno de los mejores discos de Metal Industrial de la historia.

En un país como el Reino Unido donde hace tiempo que las publicaciones musicales, como más de una vez se ha debatido, perdieron el norte al enterrar prematuramente al Metal como estilo, los músicos ingleses han tenido que reciclarse para lograr despuntar, aunque no sea en su propio país. En este sentido Justin ha logrado ser coherente con sus gustos musicales, y aunque alejado del Metal al uso, ha conseguido sobrevivir haciéndose un nombre, sobre todo en Japón, donde es venerado desde hace tiempo. Para dar continuidad a estas inquietudes JESU nació tras la muerte de GODFLESH, como vehículo principal de expresión de Justin, ahondando en la vena industrial de su banda fallecida, pero yendo más allá en su propuesta, tiñéndola de atmósferas y ambientes opresivos e hipnóticos, donde todo es un arte, desde la portada, pasando por el diseño del disco, las letras, las melodías, la instrumentación... todo busca crear una obra en global, donde cada elemento por separado puede ser insignificante, pero en conjunto se convierte en una pieza de admiración y de la que es difícil escapar, aunque también es difícil y mucho entrar.

La ceguera es blanca, lechosa, no negra y tormentosa, decía José Saramago en su “Ensayo Sobre la Ceguera”, y JESU nos hace entrar en esta particular ceguera en su segundo disco completo hasta la fecha, “Conqueror”, ya dejando a un lado la etiqueta de proyecto de un hombre solo. Esta comparación puede parecer exagerada, pero es la sensación que uno tiene cuando se enfrenta a “Conqueror” por primera vez. Al principio un muro blanco y aparentemente infranqueable puede erigirse entre JESU y el oyente, y si uno no pone de su parte muy probablemente no logre pasar el muro de la ceguera nunca. Las redes de ambientes formados por sutiles y constantes sintetizadores, las guitarras que sirven de hilo conductor de los temas con distorsiones que las mantienen en segundo plano, los matemáticos y constantes ritmos que sustentan los cimientos de las composiciones, y las melodías vocales de Justin, cíclicas y opresivas, aderezadas con efectos de post-producción que le dan un color industrial aún mayor, convierten a nuestros reproductores en volcanes de ceniza que nos envuelve en espesas nieblas, donde uno tiene la sensación apacible de estar ante algo bello y enigmático, pero que no es capaz de disfrutar al máximo.

Se necesita paciencia, pero doy fe de que se puede llegar a penetrar en la inmensa blancura musical de JESU, y cuando se consigue uno se ve transportado, como si el cuerpo y el alma se separasen y en pleno trance místico nos dejamos llevar por las olas de sonidos de Justin y compañía. Una música que trasciende los géneros, aunque no hay duda que la base Post-Rock a lo NEUROSIS, CULT OF LUNA o ISIS está muy presente, pero las atmósferas, los elementos industriales, las largas estructuras que parecen repetirse una y otra vez en círculos hipnóticos ante nuestros ojos, convierten a “Conqueror” en algo único, propio, elegante y bello. Una música que se toma su tiempo para fluir, para llegar al oyente, que se regocija en los pasajes, en recrear más que en impresionar, que busca atrapar, rodearnos con brazos cálidos, donde el cuerpo puede relajarse y pasar a formar parte de la propia obra de JESU. Una música a la que no le importa picotear de las melodías Pop, de los pasajes de Psicodelia renovada a lo RADIOHEAD, siempre con el objetivo de dibujar nubes de algodón en las que el oyente pueda sentirse protegido y embebido. Una música, en definitiva, que es arte en sí misma.

Apoyadas en un sonido que no busca, conscientemente, resaltar ningún elemento sobre el resto, y que consigue el objetivo de que JESU suene a un todo y no a una unión de partes, y con una presentación que es tan elegante como la propia música de la banda (magnífico digipack blanco, hipnótico, para dejar que nuestra imaginación vuele), las ocho composiciones de “Conqueror” recorren casi una hora de pasajes. No importan en sí los temas, no son más que movimientos de una sinfonía, una forma de dividir en etapas nuestro ascenso a las nubes, y en parte para que el oyente tenga un merecido descanso con el que afrontar todo el viaje. Lo que importa es el todo, las preciosas melodías conseguidas por Justin con su melosa y cálida voz, que aunque puede parecer monótona en un primer momento, consigue una perfecta comunión con las atmósferas recreadas por los teclados y los artefactos técnicos en los que se apoya el señor Broadrick. Lo que importa son las sensaciones transmitidas, desde la magia eléctrica e industrial de “Conqueror” donde las guitarras se visten de contundencia en contraposición a las apacibles melodías recreadas por la voz y los teclados, pasando por la guitarrera y roquera, pero a la vez pausada “Transfigure”, hasta la extensa y no por ello menos hipnótica gracias a las muchas texturas conseguidas por los teclados “Weightless & Horizontal” o uno de los momentos culminantes, la popera “Brighteyes”, donde Justin evoca con sus cuerdas vocales melodías que se repiten de manera cíclica gracias a efectos de eco de gran belleza.

En definitiva, música para dejarse llevar, aunque cueste llegar a comulgar del todo con ella. Música para mentes abiertas, eso sí, para los que no busquen un género en concreto y quieran sentirse protagonistas de una obra y no meros espectadores. Música entendida como arte activo. Música y nada más.

(Crítica publicada también en: http://www.rocktotal.com)

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