Si puede considerarse a un
grupo “culpable” de extender un género más allá de sus fronteras comerciales y
acercarlo a audiencias antagónicas en un primer momento, ese es THE PRODIGY.
Antes que ellos, la Electrónica empezaba a extender sus tentáculos, pero
todavía a niveles muy “especializados”, hasta que entró en escena un jovencito
Liam Howlett. A finales de los ochenta un veinteañero Liam, amante del Hip-Hop
y de la escena DJ británica, empezó a juguetear un poco con sus sintetizadores
caseros y no contento con eso presentó sus experimentos al sello XL, después de
unir fuerzas con dos frontman que construirían la imagen de THE PRODIGY y le
darían su toque de personalidad más allá de su música: el camaleónico e
hiperactivo Keith Flint y Leeroy Thornhill. Después de cosechar éxito con un
par de singles, el trío se lanzó con un larga duración, “The Prodigy Experience”
y su aclamada secuela, para muchos el “disco” Rave por excelencia: “Music For
The Jilted Generation”, donde hizo su entrada en el combo el rapero Maxim
Reality.
Así corría el año 1996 y THE
PRODIGY se preparaba para ampliar su público y dar el definitivo salto mundial,
después de dos años de incesantes giras y magníficas ventas con “Music For The Jilted
Generation”. Lo que restaba de año fue aprovechado para dar forma a “The Fat Of
The Land”, donde Howlett expandía el sonido de THE PRODIGY y manteniendo la
base Techno/Beat, profundizaba en sus raíces Hip-Hop y en la mezcla de texturas
y ambientes gracias a sus incesantes samplers. Uniendo lo anterior a una labor
de promoción que seguía al pie de la letra la máxima de “que hablen de ti aunque
sea mal” (gracias a un polémico vídeo del tema “Smack My Bitch Up” que le
sirvió las quejas de numerosos colectivos feministas) y a su inclusión en la
banda sonora del fenómeno cinematográfico de la década, “The Matrix” con el
corte “Mindfields”, “The Fat Of The Land” lo tenía todo para ser el definitivo
salto hacia delante de THE PRODIGY.
En el aspecto musical, el
sonido THE PRODIGY no llegaría nunca a estar tan definido y al mismo tiempo
aumentado: la base Drum ‘n’ Bass / Techno se mezcla con unos ritmos más
Hip-Hop, a lo que Maxim ayuda en cortes como “Diesel Power” o “Funky Shit”,
incluso cierto aire oriental / psicodélico aparece en temas como los ya citados
“Smack My Bitch Up” y “Mindfields” o sobre todo esa obra maestra cuasi
progresiva que es “Narayan”. Por su parte, otros dos temas sirvieron de
escaparate mundial para este disco, “Firestarter” y “Breathe”, ambos usados
como singles previos al lanzamiento de “The Fat Of The Land” y los dos
sintetizan a la perfección el sonido previo de THE PRODIGY con sus nuevos
horizontes abiertos; horizontes que eclosionan con la versión del “Fuel My Fire”
de L7 que cierra el trabajo en forma Punk e irreverente.
Con todos sus puntos
buenos (culpables de conseguir llevar el Techno a los ambientes más Rock y a
grandes estadios y festivales ajenos al estilo) y sus puntos malos (nula
evolución en los últimos quince años, llamadas de atención en todos y cada uno
de sus actos por parte de un Flint tan carismático como abominable…), THE
PRODIGY puso una piedra angular en el edificio de la historia musical con “The
Fat Of The Land”. Sin ese cangrejo de la portada THE PRODIGY no sería lo mismo.
Un disco para una generación: la “Jilted Generation”.
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