Si
hubiera que poner un ejemplo de elegancia a la hora de componer, IUBAR sería
perfecto para ello. El debut de este grupo o proyecto formado por el
guitarrista sueco Steven Kautzky Andersson, emigrante en Austria y amante de la
música oriental, también presente en la banda GIPSY POWER, se mueve por
multitud de sonoridades, emulando un largo viaje hacia lo incógnito, hacia lo
etéreo, siguiendo el vaivén de las olas de sus notas musicales y la sensación
apacible que deja su escucha no tiene parangón.
La
base musical no es para nada metálica, de hecho IUBAR tiene mucho más de
Psicodelia setentera que otra cosa, pero todo envuelto en un halo de
modernidad, a medio camino entre el Post-Rock y el gusto por el Pop enigmático
y atmosférico. Su discográfica los vende como una mezcla entre PINK FLOYD y U2,
y aunque es evidente que bebe de ambos, el sonido de IUBAR se mueve en
contextos mucho más amplios y variados, con una fuerte influencia de los
sonidos arábigos y orientales y la mirada puesta constantemente en los setenta,
como demuestran la multitud de arreglos e instrumentaciones que parecen sacados
de la época: mellotron, hammond, wah-wah... todo un homenaje al clasicismo y al
buen gusto musical.
El
único lastre que arrastra el disco es que se aprecia mucho mejor como conjunto
que canción a canción, pues quizás peca de cierto estatismo en sus formas, pero
la sensación que deja el trabajo es tan buena que el oyente acaba por
mimetizarse con la propuesta de IUBAR casi sin darse cuenta. La labor de su
vocalista Viktor Björklund tiene mucho que ver en ello, dada su cálida voz,
hasta cierto punto teatral (con cierto deje alternativo también, como demuestra
“Demon Jive”) y de gran belleza melancólica, pero sobre todo, lo que más
consigue atrapar es la atmósfera que recrea cada tema: bien sea a través de los
múltiples teclados (“Become” es una maravilla en este aspecto), bien sea a
través de instrumentos orientales como el sitar de “Changes”, bien sea a través
de los riffs cíclicos de guitarra y los ritmos pegadizos que te trasladan a
otras culturas, como en “Derive”. El mérito reside además en el hecho de que
estas atmósferas no gozan de mucho espacio para el esparcimiento, porque los
temas rara vez superan los cuatro minutos o incluso menos, motivo por el cual
es mejor apreciar la obra en su conjunto que buscando individualidades.
Como
homenaje a la música de la que bebe IUBAR y recreando su raíz clasicista, la
inclusión de la versión de THE BEATLES de “Tomorrow Never Knows” me parece muy
acertada, puesto que no es un calco de la original ni mucho menos y el
tratamiento que le han dado, nuevamente con predominio de lo atmosférico, la
convierten en una canción que no desentona y que casi diría esencial en el
transcurso del trabajo. Ya en la parte final del plástico hay dos cortes
realmente hipnóticos, por un lado “Horse”, donde la influencia de U2 es
ciertamente patente, siendo uno de los temas que más atraerán a los amantes de
los géneros alternativos, indies o cómo los queráis llamar y por otro lado
“Tokyo”, donde IUBAR vuelve a mirar directamente al pasado y se saca de la
manga un tema al más puro estilo LED ZEPPELIN, con mucho efecto guitarrero y
psicodelia contenida.
“Invitation II Dig” (o “Invitation To Dig” si se deja a un lado el juego
de palabras del título) es un disco para paladear sin grandes pretensiones más
que dejarse atrapar por su evocadora atmósfera y su elegancia. Ni Metal, ni
Rock, ni Pop... simplemente música que trasciende géneros y busca emocionar.
Aunque no sea una obra maestra, ni tampoco lo pretenda, es un disco que
desprende magia por todos sus poros y por cuya belleza es difícil no sentirse
atrapado. Habrá que tener en cuenta a IUBAR en el futuro.
(Crítica publicada también en: http://www.rocktotal.com)
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