¡Qué
agobio! Es la sensación que te queda tras una primera escucha de “The Ritual
Fires Of Abandonment”, tercer disco de los americanos MINSK. Una unión de
minimalismos musicales, riqueza en matices y detalles que se descubren tras
innumerables escuchas y dramatismo, profundidad, claustrofobia, hasta el punto
de que la audición completa del trabajo se hace agotadora.
Partiendo
de los cánones tradicionales del Doom y llevándolo al terreno americano del
Sludge, MINSK lleva a cabo una propuesta agónica que, a pesar de su dificultad
de escucha, consigue su efecto de transportar al oyente a otro mundo, llevarlo
en un viaje lleno de elementos de muchas culturas (percusiones, saxofones de
aire oriental, guitarras arábigas...) con una libertad de formas asombrosa. La
banda no duda en alargar las estructuras para conseguir que el dramatismo sea
aún más profundo y que el oyente pueda ser hipnotizado, atraído por la cantidad
de estimulantes combinaciones de ritmos, voces y atmósferas, que mezclan lo
sutil con lo desgarrado. Una sabia mezcla de elementos que recordarán a
NEUROSIS (cómo no), ISIS, PELICAN (algunos riffs llegan a su esquizofrenia)...
pero que se conjugan con maestría, con un toque personal y único que hace
difícil encasillar la música de esta banda.
El
sonido es perfecto. Todos los efectos que rodean la música de MINSK, incluso
los acústicos, se integran a las mil maravillas sin que unos se tapen con otros
y sin que ningún miembro del grupo destaque como protagonista sobre el resto.
El problema viene con la propuesta general del grupo, la cual, digámoslo desde
el principio, no es apta para todos los oídos. Hay que estar muy predispuesto y
concentrarse absolutamente en lo que sale de nuestros altavoces para poder
disfrutar, de lo contrario, “The Ritual Fires Of Abandonment” pasará sin pena
ni gloria ante nuestros oídos. Una vez que se consigue entrar de lleno en la
magia de la música del grupo, la hora de duración del disco se convertirá en un
largo viaje, estimulante e interesante, que te dejará exhausto, pero si no
consigues traspasar la barrera inicial, probablemente dejarás que el disco
acumule polvo en tu discoteca, pues se te hará ardua la escucha, máxime si
tenemos en cuenta que no hay cortes entre tema y tema, con lo que se puede considerar
este trabajo como una obra de conjunto.
Las
composiciones del grupo, vistas desde un aspecto global, como de hecho debe
verse este extenso trabajo, se forman por complejas tramas de elementos muchas
veces antagónicos entre sí, y por qué no decirlo, con un espíritu psicodélico
que está presente en todos los rincones. Todo se ve envuelto de un gran número
de efectos y juegos de sintetizadores que contribuyen a la sensación de agobio
general del disco, y son las guitarras, sutiles en la mayoría de las ocasiones
las que irán conduciendo nuestros oídos a lo largo de este viaje. La voz se
vuelve muchas veces un mero susurro, un aliento que se clava en el cerebro y
que a veces me recuerda a las voces que meten TOOL en sus partes más
hipnóticas, aunque esta referencia sea distante en el resto de elementos de
MINSK, que se mueve dentro de otros derroteros. De vez en cuando, la tensión
acumulada en largas introducciones en donde la única variación se basa en la
unión de nuevos matices (un teclado, un efecto, un nuevo punteo...), se ve
desatada en forma de explosiones de fuerza donde las guitarras se distorsionan
y se llenan de rabia. Es en estos momentos en donde, si has conseguido dejarte
llevar por la música, el oyente puede llegar al éxtasis absoluto.
Desde
mi punto de vista, merece la pena hacer el esfuerzo, y aunque cuesta meterse en
el planteamiento del grupo, la sensación que te deja tras su escucha es muy
buena. Tienes la impresión de haber visto una película en tu imaginación, una
historia gris y agónica, pero muy estimulante si dejamos volar nuestra mente.
Temas de casi un cuarto de hora en muchos casos nos ayudarán a vernos envueltos
en este mundo de paisajes y texturas que recorre el disco, pero también
contribuirán a la dificultad de adentrarnos en el mundo musical de MINSK. Ya
“Ember”, tema de casi catorce minutos de absoluta atmósfera y claustrofobia nos
pone sobre aviso de todo lo que vendrá a continuación. Las guitarras son
predominantemente densas y llenas de matices, sólo en ocasiones, potentes
guitarrazos nos despertarán del viaje, mientras las voces de Tim Mead y sus
compañeros nos adentrarán aún más en la citada claustrofobia. La otra cara de
este disco viene de la mano de “White Wings”, donde el grupo adopta un aire
mucho más contundente y menos atmosférico, tomando un mayor protagonismo las
guitarras y los riffs pesados y de ascendencia Doom. Los elementos atmosféricos
siguen presentes, y la riqueza de matices en forma de detalles, melodías,
efectos de producción en las voces, pero todo se ve envuelto en un ambiente
mucho más directo e inmediato. Este tema en especial se convierte en uno de los
más duros del disco, con Mead vocerando a grito pelado, y soltando una tensión
acumulada en “Ember” que de alguna manera debía de salir.
“Mescaline
Sunrise”, a pesar de su corta duración (casi cinco minutos de todas formas),
volverá a devolvernos a las guitarras atmosféricas y los pasajes coloristas,
convirtiéndose en un preludio (al igual que lo será “Circle Of Ashes” con respecto
al último corte del disco) al mejor tema para mi gusto de todo el plástico,
“The Orphans Of Piety”. Nuevamente una larga introducción nos va metiendo de
manera creciente en un tema lleno de detalles, que gana con cada nueva escucha,
y donde las guitarras pasan por todos los matices que te puedas imaginar. A lo
largo del cuarto de hora que dura el tema, pasaremos por distintos estados de
ánimo, desde la paz inicial, pasando por la agonía y la rabia controlada de que
estallará en momentos puntuales, la locura y la rabia y un largo conjunto de
sensaciones muchas veces encontradas entre sí. En este tema hace aparición un
nuevo elemento que ayudará a aumentar la paleta de colores desplegada por
MINSK: un estimulante saxo, que volverá a hacerse presente en el nuevamente
extenso “Ceremony Ek Stasis”, un tema más emotivo, con lejanas influencias
orientales y que sirve para cerrar el disco con una sensación de cansancio,
pero también de haber asistido a un acontecimiento lleno de emociones de todo
tipo.
Un
largo y apasionante viaje, aunque con el problema de todos los viajes: que
acabas agotado. En tus manos está que este agotamiento haya sido gratificado
con la gran cantidad de buenas ideas que MINSK ofrece, pero ya aviso que no
será fácil, y que es probable que la impresión sobre este disco varíe según el
estado de ánimo con que lo afrontes. Muy recomendable para aquellos que no
padezcan dificultades para hacer frente a digestiones musicales pesadas.
(Crítica publicada también en: http://www.rocktotal.com)
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